Obispo Kevin Farrell

Pastor Principal de la Diócesis Católica de Dallas

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Viernes Santo: Conmemoración del Acto Supremo de Misericordia

marzo 24, 2016 By Bishop Kevin J. Farrell

Viernes Santo: Conmemoración del Acto Supremo de Misericordia

La misericordia es el puente que conecta a Dios y al hombre, abrir nuestros corazones llenos de esperanza de ser amados eternamente a pesar de nuestro pecado.

El Viernes Santo se conmemora el acto supremo de misericordia, Jesús se entrega en una muerte ignominiosa para reconciliarnos con el Padre. San Pablo lo describe en su carta a la iglesia en Filipos: “… se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Fil 2,7-8).

Este acto supremo de misericordia fluye de la compasión de Dios. En su raíz, la palabra compasión significa “sufrir con”, acompañada por un deseo de aliviar el sufrimiento. La compasión de Dios no es mera empatía, sino un intercambio de nuestro sufrimiento y una determinación de aliviarlo. Ese deseo, esa determinación manifiesta en sí mismo la misericordia de Dios. Jesús es la personificación de la misericordia de Dios, o, como lo expresa el Papa Francisco, “Jesús es la misericordia encarnada”.

La liturgia el Viernes Santo es central a la Pasión del Señor. Incluye la antigua costumbre Cristiana de Adoración de la Santa Cruz, que data del cuarto siglo. (Peregrinación de Egeria). La antífona cantada durante la adoración explica por qué veneramos y exaltamos este símbolo de nuestra salvación:

Tu cruz adoramos, Señor,
y tu santa resurrección alabamos y glorificamos.
Por el madero ha venido la alegría al mundo entero.

Nuestro Santo Padre Francisco nos recuerda que, “Jesús en la Cruz siente todo el peso de la maldad, y con la fuerza del amor de Dios lo conquista; lo derrota con su resurrección. Esto es lo que Jesús hace por nosotros en el trono de la cruz. La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de haber sido salvados y de hacer un poco de lo que él hizo el día de su muerte ” (La Iglesia de la Misericordia).

Piense en esto por un momento. Jesús transformó la cruz, un instrumento de muerte, una marca de ignominia y falla humana, en un símbolo del triunfo del amor y la misericordia.

Cada uno de nosotros tiene su propia cruz y en algunos casos sus cruces, las cuales pueden ser inmensas, casi insoportables. Busquemos abrazarlas, como lo hizo Jesús y él vendrá a ayudarnos a cargar nuestras cruces al igual que Simón de Cirene le ayudó a él. Ellas son nuestro emblema del discipulado.

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: ‘El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga’” (Mt 16,24).

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La Misericordia Impregna la Misa de la Cena del Señor

marzo 23, 2016 By Bishop Kevin J. Farrell

La Misericordia Impregna la Misa de la Cena del Señor

Nuestra reflexión acerca de la Semana de la Misericordia alcanza su punto culminante con el Triduo Pascual, la Cumbre del año litúrgico. El Jueves Santo marca el final de la Cuaresma y el comienzo del Triduo. Nuestros Católicos de mayor edad recordarán que la Cuaresma terminaba al mediodía del Sábado Santo, pero las reformas litúrgicas tras el Concilio Vaticano II establecieron el Triduo, comenzando la noche del Jueves Santo y terminando la noche de Pascua, como un tiempo litúrgico separado, cambiando el final del tiempo de Cuaresma al jueves.

Triduo en latín significa tres días. Siguiendo la antigua tradición judía que un día comienza y termina al crepúsculo, el Triduo comienza la noche del Jueves Santo y termina el día de Pascua con la oración de la noche. Litúrgicamente el Triduo es un sólo día, recordando la continuidad de los últimos días de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Es significativo que la pasión comience con una comida ritual conmemorando la liberación misericordiosa del pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto, ya que la última Cena inicia una nueva liberación de la esclavitud del pecado que conduce a la redención. No sólo una promesa sino una nueva alianza de misericordia perdurable y perpetuada por el don de su cuerpo y su sangre. Que recordamos en la Plegaria Eucarística:

Beban todos de ella,
porque esta es mi Sangre,
la Sangre de la Alianza,
que se derrama por muchos
para la remisión de los pecados.
Hagan esto en memoria mía” (Mt 26,26-29; Lc 22,19).

En su evangelio, San Juan describe la increíble imagen de Jesús, tomando el papel de un sirviente, lavando los pies de los apóstoles, sobre las objeciones vigorosas de Pedro, que reconoce la incongruencia de la situación. Jesús respondió, “Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte” (Jn 13,8).

Esta acción de Jesús ha tomado un nuevo significado en este Año de la Misericordia tras la decisión tomada por nuestro Santo Padre Francisco de modificar la rúbricas sobre el ritual del lavatorio de los pies abrazando a todos los discípulos, estableciendo que la selección de los participantes en el Rito ya no se limita a los hombres, sino que incluye a mujeres y jóvenes.

Después de lavar los pies de los desconcertados Apóstoles, el Señor les explica el significado de un discipulado misericordioso:

¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies,
ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”. (
Jn 13,12-16)

Al terminar la cena, Jesús y los Apóstoles, con excepción de Judas, salen hacia Getsemaní donde soportará su agonía y confrontará a su traidor y su cruz.

La Misericordia impregna la Misa de la Cena del Señor, así como todo el Triduo. Es de hecho “dos veces bendita”, prodigándonos su amor y sacrificio abundantemente, a lo que respondemos en adoración y discipulado fiel.

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Viernes Santo de la Pasión del Señor

abril 2, 2015 By Bishop Kevin J. Farrell

Viernes Santo de la Pasión del Señor

Cuando pensamos en el Viernes Santo, la primera imagen que nos viene a la mente es la Cruz, el símbolo Cristiano más común. Comenzamos nuestras oraciones haciendo la Señal de la Cruz, la cual no sólo profesa a Jesús crucificado sino también a la Santísima Trinidad.

En el Misal Romano, el Viernes Santo es llamado Viernes de la Pasión del Señor. La liturgia del Viernes Santo, al igual que todas las liturgias del Triduo Pascual, nos recuerda los eventos que culminaron en la Resurrección. El Viernes Santo es el único día del año en el que no se celebra Misa. Los únicos sacramentos que pueden ser celebrados este día son la Reconciliación y la Unción de los Enfermos.

San Ambrosio se refirió al Viernes Santo como un “Día de Amargura.” La desolación que sienten los Cristianos este día es representada por el tabernáculo abierto y el altar estéril después de la celebración del Jueves Santo; no hay cruz, no hay velas, no hay lienzos en el altar y no pueden tocarse música o campanas.

La Liturgia de la Palabra consiste de la narrativa del Siervo Sufriente del Profeta Isaías, quien “fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades,” seguida del Salmo 30, un salmo penitencial cuya antífona es tomada del Salmo 22, e incluye la palabras que Cristo pronunció desde la Cruz, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” La segunda lectura es tomada del capítulo 4 de la Carta a los Hebreos, el pasaje de Cristo como Sumo Sacerdote de los hebreos: “Hermanos y hermanas: Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe.” La narrativa de la Pasión, tomada del evangelio de San Juan es precedida por un verso breve de la Carta a Filemón, donde se enfatiza que fuimos salvados por la obediencia de Cristo, quien “se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.”

Después de una serie de intercesiones, la Cruz es descubierta y comienza la procesión y adoración pública una vez que el sacerdote y los ministros han reverenciado la cruz. Cuando se ha completado la adoración, el sacerdote entona los antiguos cantos de reproche en los que Dios nos habla de las acciones que hemos cometido y omitido.

Aunque no hay liturgia Eucarística, en la liturgia del Viernes Santo, que solía ser llamada Misa Pre-santificada, lo cual significa que la hostia ha sido previamente consagrada, se distribuye la Eucaristía que ha sido reservada del Jueves Santo. La distribución de la Sagrada Comunión es precedida por la oración del Padre Nuestro.

La liturgia concluye en silencio mientras el sacerdote y los ministros se retiran y nos quedamos reflexionando acerca de la presencia de Jesús en la tumba.

Crédito Fotográfico: Parroquia Saint Barbara (Ramersbach), vitrales representando el Varón de Dolores, Wikimedia Commons

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El Sagrado Triduo Pascual

marzo 31, 2015 By Bishop Kevin J. Farrell

El Sagrado Triduo Pascual

Nuestra jornada cuaresmal llega a su fin el jueves por la tarde al dar inicio el Sagrado Triduo Pascual (Tres Días). El Triduo es la cumbre del año litúrgico. Comienza con la Misa de la Cena del Señor el jueves por la noche y termina con la oración nocturna en Pascua. Asimismo, el Triduo conmemora el corazón del Evangelio; la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús.

Desde el Segundo Siglo, los Cristianos marcaron la Pasión y muerte del Señor con una Vigilia Pascual durante toda la noche culminando con la celebración de Su resurrección al amanecer. Al paso de los años, la celebración se realizó a lo largo de tres días. Al terminar la persecución de los Cristianos a manos del Imperio Romano, éstos pudieron finalmente celebrar su culto abiertamente. Se agregaron días de fiesta adicionales al calendario y la importante noche de la Vigilia Pascual se desvaneció siendo, para algunos Cristianos, eclipsada por la celebración de la Natividad. Las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa se convirtieron virtualmente en asuntos privados para sacerdotes, ministros y un puñado de feligreses, y el Triduo fue eclipsado por la Cuaresma y la Pascua.

La restauración del Triduo fue iniciada por el Papa Pio XII, en 1955, y fue concluida con las reformas litúrgicas del Concilio Vaticano Segundo. Las liturgias de la Cena del Señor y la Vigilia Pascual se celebraron por la noche para incrementar la participación de los fieles. La Misa de la Pasión del Señor se convirtió en el núcleo del Viernes Santo, restando importancia a las devociones privadas y destacando la Crucifixión.

Debido a las reformas del concilio, hay una participación más activa y fructífera por parte de los fieles y el Triduo ha sido restaurado a su legítimo lugar como punto culminante del año litúrgico de la Iglesia.

Espero que enriquezcan su jornada Cuaresmal participando en el Triduo en su parroquia y aprovechando el tiempo adicional que ha sido puesto a su disposición para recibir el Sacramento de la Reconciliación.

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¿Por qué Celebramos el Sagrado Triduo Pascual?

abril 16, 2014 By Bishop Kevin J. Farrell

¿Por qué Celebramos el Sagrado Triduo Pascual?

El Papa Francisco nos advirtió recientemente que debemos cuidarnos de realizar rituales vacíos, los cuales en ocasiones efectuamos sin comprender su significado. En otras palabras, sabemos lo que estamos haciendo pero no tenemos la menor idea de lo que significa.

Teniendo esto en mente, consideremos el motivo por el cual celebramos los eventos de la Semana Santa.

Se ha dicho que en Pentecostés celebramos el nacimiento de la Iglesia, pero desde mi punto de vista resulta más correcto decir que la Iglesia nace durante el Triduo Sagrado de la Semana Santa y que fue proclamada por primera vez en Pentecostés.

Jueves Santo (Vigilia del Viernes Santo) Misa de la Cena del Señor

  • El Jueves Santo celebramos el don de la Sagrada Eucaristía, el centro y la cumbre de los Sacramentos y la Sagrada Liturgia y que re-presenta el Misterio Pascual.
  • Al instituir la Eucaristía, Jesús también instituyó el sacerdocio sacramental indicando a sus Apóstoles, “hagan esto en memoria mía” (Lc 22:19). También celebramos el sacerdocio en la Misa Crismal, durante la cual se renuevan los votos sacerdotales.
  • Cuando Jesús, tomando el papel de un esclavo, comenzó a lavar los pies de los Apóstoles con la instrucción, “Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13:15), Él instituyó una iglesia pobre para los pobres.
  • Después de que Jesús y sus Apóstoles cenaron, el los guio a lo largo del valle hacia el Monte de los Olivos hasta un jardín en el cual se dispuso a rezar. Allí se puso en las manos del Padre… “si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Mt 26: 39)

Viernes de la Pasión del Señor – Viernes Santo

  • El Viernes Santo celebramos que Jesús se entregó libremente a los sufrimientos de la pasión y la crucifixión, desde su traición hasta su muerte.
  • El sufrimiento y la muerte de Jesús no por él, sino para que nosotros fuéramos reconciliados con el Padre a través de su respuesta perfecta al amor del Padre…la obediencia. “Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso que no sólo nos enviaste como redentor a tu propio Hijo, sino que en todo lo quisiste semejante al hombre, menos en el pecado, para poder así amar en nosotros lo que amabas en él. Con su obediencia has restaurado aquellos dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido” (Misal Romano, Prefacio VII del Tiempo Ordinario).
  • En las palabras del Profeta Isaías que escuchamos el Viernes Santo, “Pero Él fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre Él y por sus heridas fuimos sanados” (Is 53:5 – El Siervo Sufriente).

Sábado Santo y la Vigilia Pascual

  • Un altar estéril y un tabernáculo vacío nos recuerdan que Jesús se encuentra en la tumba esperando el momento de su resurrección.
  • El Pregón Pascual, también llamado Exultet, afirma gloriosamente que, “Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo…. Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos.
  • El Bautismo siempre se celebra durante la Vigilia Pascual, como nos dice San Pablo, “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva.” (Rom 6:4). Así que no solo los catecúmenos son bautizados,  sino que nosotros también renovamos nuestros votos bautismales que nos recuerdan que nosotros también somos partícipes de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Y así nace la iglesia durante el Triduo Sagrado pero su proclamación espera el día de Pentecostés y el poder del Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo.

Imagen: Giovanni Stefano Danedi – Kristus umiva noge apostolom (Wikimedia Commons)

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El Sagrado Triduo Pascual

abril 14, 2014 By Bishop Kevin J. Farrell

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La Cuaresma termina con el comienzo del Sagrado Triduo. Cada uno de ellos es un tiempo litúrgico diferente. El Triduo, también conocido como los Tres Días, comienza con la Misa de la Cena del Señor la noche del Jueves Santo y celebra el más grande misterio de nuestra redención, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Los Tres Días del Triduo son celebrados como un solo evento.

En las palabras de San Ambrosio, “es preciso que observemos no solo el día de la Pasión, sino también el de la Resurrección, de modo que tengamos un día de amargura y también un día de gozo, de modo que ayunemos en aquel día y estemos saciados en este otro…Este es el Triduo sacro…durante el cual Cristo sufrió, descansó y resucitó” (Epis. 23, 12-13).

En la última Cena, Jesús extendió el Misterio Pascual, su sacrificio único para nuestra salvación, hacia cada uno de nosotros a través de la Eucaristía. La Eucaristía recuerda el Misterio Pascual no sólo como un acontecimiento del pasado, sino haciéndolo verdaderamente presente. La presencia real de Jesús en la Eucaristía es su mayor regalo a la Iglesia. “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6:51, 54, 56).

El Jueves Santo, en la Misa de la Cena del Señor, celebramos y conmemoramos ese maravilloso regalo y con él, el sacerdocio a través del cual es perpetuado. La antífona de la liturgia del Jueves Santo nos recuerda que: “La copa de bendición es una comunión con la sangre de Cristo.”

El viernes nos confronta con el misterio de la Cruz, el cual va más allá de una conmemoración de la muerte de Cristo, ya que nos involucra a cada uno de nosotros directamente en Su sacrificio. El Catecismo de la Iglesia Católica explica que “La Cruz es el único sacrificio de Cristo ‘único mediador entre Dios y los hombres.’ Pero, porque en su Persona divina encarnada, ‘se ha unido en cierto modo con todo hombre,’ Él ‘ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida se asocien a este misterio pascual.’ Él llama a sus discípulos a ‘tomar su cruz y a seguirle,’ porque Él ‘sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas’” (618).   

El día sábado, Jesús descansó en la tumba esperando el momento de su victoria sobre la muerte.

Image: “The Last Supper” by Carl Heinrich Bloch (1834-1890), courtesy of Wikimedia Commons

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Acerca del Obispo Farrell

El Obispo Kevin Farrell fue nombrado Séptimo Obispo de la Diócesis de Dallas el 6 de Marzo de 2007 por el Papa Benedicto XVI.
   
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