No me rechaces en el tiempo de mi vejez,
no me abandones, porque se agotan mis fuerzas.
Al incrementarse el porcentaje de la población de personas mayores de 65 años, las actitudes hacia el cuidado de éstas se convierte en una preocupación importante para las familias y nuestra sociedad en conjunto. Abordando este tema el 5 de marzo, en una audiencia con los miembros de la Pontificia Academia para la Vida, el Santo Padre destacó que, “el mandamiento bíblico que nos pide que honremos a nuestros padres, en un sentido más amplio, nos recuerda el honor que debemos a todas las personas mayores.”
No podemos permitirnos volvernos indiferentes al sufrimiento, “la persona humana siempre es preciosa, incluso cuando es mayor o cuando se encuentra afectada por la enfermedad,” continuó el Papa, “los ancianos necesitan, en primer lugar, los cuidados de sus familias, cuyo afecto no pueden sustituir ni siquiera las estructuras más eficientes o los agentes sanitarios más competentes y caritativos.”
Los datos del censo indican un descenso en la población en los asilos de ancianos, atribuible a un mejor cuidado de salud entre las personas mayores, lo que también indica que están siendo cuidados por sus familiares en sus hogares. Esto es una buena noticia. Independientemente de la calidad de la atención disponible, existe un profundo sentido de abandono unido al mudarse a un asilo de ancianos.
“El abandono”, declaró el Papa Francisco, “es la enfermedad más grave del anciano y también la injusticia más grande que pueda padecer: los que nos han ayudado a crecer no deben ser abandonados cuando más necesitan nuestra ayuda, nuestro amor, nuestra ternura.”
Hay circunstancias que hacen imposible la atención en casa de un padre o una persona mayor y debe utilizarse un centro de vida asistida, en ese caso deben hacerse todos los esfuerzos para asegurar que se proporcione atención adecuada y amorosa y se realicen visitas y llamadas telefónicas frecuentes para mantener las conexiones y evitar la sensación de abandono.
“Cuando la vida se vuelve muy frágil y está cercano el fin de la vida terrenal, sentimos la responsabilidad de cuidar y acompañar a la persona de la mejor manera possible,” continuó el Papa. Esto implica atención médica y espiritual. Espiritualmente, deben ponerse a su disposición el cuidado pastoral y el Sacramento de la Unción de los Enfermos, y médicamente, debe brindarse un cuidado paliativo efectivo para aliviar el sufrimiento.
San Pablo nos recuerda que “el que no se ocupa de los suyos, sobre todo si conviven con él, ha renegado de su fe y es peor que un infiel” (1Tim 5,8).
—
Crédito Fotografico: “Hands” por Marjan Lazarevski en Flickr