Todos sufrimos heridas en nuestras relaciones con los demás, familia, amigos, compañeros de trabajo. A menudo es porque nos han lastimado profundamente las acciones de alguien o podría ser una palabra dicha con ira o tal vez un descuido, deliberado o no. Cualquiera que sea la causa, nos han lastimado. Sufrimos una reacción emocional que puede ser rabia, desconcierto, incredulidad o profunda tristeza.
¿Cómo respondemos? ¿Exigiendo que nos pidan una disculpa? ¿Alimentando el rencor durante años? O tal vez siguiendo el consejo, “no te enojes, véngate,” y planeamos la venganza o por lo menos una pequeña represalia. Podríamos incluso considerar perdonar, pero por supuesto que solo si quien nos ha ofendido nos lo pide.
Para un discípulo de Jesús solamente hay una posible respuesta; el perdón incondicional. El Papa Francisco abordó recientemente esta situación en una homilía en la Iglesia Santa Marta en el Vaticano. La respuesta del Papa es que, “debemos perdonar porque nosotros hemos sido perdonados. Esto se encuentra enunciado en el Padrenuestro, es ahí donde Jesús nos transmite esta enseñanza. La lógica humana es incapaz de comprender esto. La lógica humana nos lleva a no perdonar, a buscar venganza y conduce al odio y la división. ¡Cuántas familias se han destruido porque no fueron capaces de perdonar, cuántas familias! Niños separados de sus padres, esposos y esposas que han crecido alejados el uno del otro… Es tan importante pensar en esto. Si no perdono, al parecer, no tengo derecho a ser perdonado y no entiendo lo que significa que Dios me ha perdonado.”
El perdón es difícil, y debo agregar que posiblemente es más difícil perdonarnos a nosotros mismos aunque estemos convencidos que Dios nos ha perdonado. Resulta oportuno recordar una frase famosa del Poeta Católico Alexander Pope, quien sufrió opresión por su fe bajo las leyes penales inglesas, escribió en su Ensayo sobre la Crítica. “Errar es humano; perdonar, divino.”
Al pedir a Dios que nos conceda la gracia y fortaleza de perdonar a quienes nos han ofendido y de pedir perdón a quienes hemos ofendido, recordemos las palabras de Jesús desde la Cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).
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