La esclavitud terminó con la proclamación de la emancipación, ¡cierto!
Falso.
La esclavitud sigue existiendo en Dallas, en nuestro país y en el mundo, y el Papa Francisco utilizó su Mensaje de Año Nuevo para recordarnos que aún hay muchas personas atadas a las cadenas de la esclavitud.
En su carta titulada No Esclavos, Sino Hermanos, el Santo Padre explica que, “a pesar que la comunidad internacional ha adoptado diversos acuerdos para poner fin a la esclavitud en todas sus formas, y ha dispuesto varias estrategias para combatir este fenómeno, todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud.”
Contados entre los esclavizados por la fuerza o circunstancias el Papa incluye: Obreros obligados por endeudamiento en el trabajo doméstico, la agricultura, la industria manufacturera y la minería; los emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente; personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores de edad, esclavos sexuales masculinos y femeninos y quienes son vendidos o forzados a casarse; los secuestrados y mantenidos cautivos por grupos terroristas; gente secuestrada para ser vendida, enlistados como combatientes o explotados sexualmente; forzados a emigrar, dejando todo atrás.
Muchos de estos asaltos a la libertad y dignidad humana ocurren en nuestras comunidades y en nuestro propio estado. La próxima vez que escuche o lea el término “tráfico humano,” tome en cuenta que se trata de una clase de esclavitud. Este año, en Texas ha habido 346 casos registrados de tráfico humano, lo cual puede ser solamente la punta del iceberg.
La esclavitud se encuentra enraizada, observó el Papa Francisco, “en una noción de la persona humana que admite que sea tratada como un objeto. Cuando el pecado corrompe el corazón humano y lo aleja de su Creador y sus semejantes, éstos ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos… la esclavitud es la corrupción de parte de gente dispuesta a hacer cualquier cosa para obtener beneficio económico.”
Pidiendo un triple compromiso a nivel institucional para prevenir la explotación, la protección de las víctimas y las personas vulnerables y el enjuiciamiento de los perseguidores, el Santo Padre también hace un llamado a cada uno de nosotros para que lleguemos hasta nuestros hermanos y hermanas que puedan estar siendo víctimas de tráfico humano y explotación y a no comprar artículos que puedan haberse producido mediante la explotación de otros. Cuando menos, una palabra amable, un saludo, una sonrisa pueden ofrecer esperanza.
No podemos cerrar los ojos y hacernos indiferentes por motivos financieros o simplemente porque “no queremos involucrarnos.” Debemos actuar de acuerdo a nuestra, y a su, dignidad humana.
El Papa Francisco concluyó: “Sabemos que Dios nos preguntará a cada uno de nosotros: ¿Qué has hecho con tu hermano? (cf. Gn 4,9-10). La globalización de la indiferencia, que ahora afecta la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización de solidaridad y fraternidad, que les dé esperanza y los haga reanudar con ánimo el camino, a través de los problemas de nuestro tiempo y las nuevas perspectivas que trae consigo, y que Dios pone en nuestras manos.”
Somos los guardianes de nuestros hermanos y hermanas.
Crédito de la Imagen: CNS photo/Damir Sagolj, Reuters