Ha estado abrazando la idea de escribir un blog acerca de la empatía, y la columna de David Brooks publicada en el New York Times del jueves me sacó de mi inercia. Brooks habla acerca de la importancia de ir más allá de los hechos y aun de la comprensión hasta llegar a la empatía.
Brooks escribió: “El más alto peldaño en la escalera de la comprensión es la intimidad. Nuestro gran maestro es San Agustín. Al ir avanzando en edad, San Agustín llegó a rechazar la idea de quienes pensaban que podían entender a otros a través de alguna postura imparcial y objetiva. Él llegó a creer que se necesita un verdadero amor desinteresado para conocer realmente a otra persona. El amor es una forma de conocer y ser conocido. El afecto nos motiva a querer saber todo acerca de la otra persona. La empatía nos abre a absorber el bien y el mal. El amor nos impulsa no sólo a observar, sino también a buscar la unión — a pensar cómo piensa el otro y a sentir como siente el otro.”
Comprender es entender lo que está pasando; solidarizarse es ser consciente de lo que está pasando y sentirse tocado; sentir empatía es compartir los sentimientos del otro, sufrir con él. Cuando madres de familia se enteraron del secuestro de las niñas en Nigeria, sufrieron junto a las madres nigerianas. Entendieron más y se compadecieron… sus corazones sufrieron por ellas.
En nuestra sociedad resulta tan fácil aislarse del sufrimiento ajeno. Nuestras comunidades enrejadas y barrios patrullados son enclaves seguros. El Papa Francisco fue a Lampedusa, una isla en el Mediterráneo, que está llena de inmigrantes refugiados de África. Él fue hasta allá para poder verlos, olerlos y llorar con ellos la perdida de sus seres queridos y de quienes no lograron sobrevivir la travesía marítima. El Papa dijo a los presentes, “nuestra sociedad se ha olvidado lo que es llorar con otros, se ha olvidado de sentir empatía. Se trata de la globalización de la indiferencia, que nos ha robado nuestra capacidad de sentir.”
Los pobres no son invisibles por naturaleza, sino porque nos negamos a verlos. Tenemos ojos pero no vemos (Marcos 8:18). Globalizar nuestra indiferencia es ver rostros en una multitud, no a una mujer o a un niño sufriendo. Cuando le dijeron al Presidente Franklin Roosevelt durante la depresión que, en general, las personas tenían suficiente comida, él respondió: la gente no muere de hambre en general, muere de hambre en particular.
Somos los guardianes de nuestros hermanos y hermanas; el amor de Cristo lo demanda.