Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
Esta Antífona (O Emmanuel / Oh Dios con Nosotros) es probablemente la más conocida para nosotros debido al himno tradicional de Adviento, Oh ven, Oh ven bendito Emmanuel. Este himno data del siglo XII en su latín original. El himno se basa realmente en las Antífonas Oh, pero lleva la antífona de Oh Emmanuel a un primer lugar, en lugar del último, como debe ser. Esto es probablemente para enfatizar la cercanía de Dios.
Para Israel Dios era inminente. En la zarza ardiente (Ex 3:1-15), en la columna de fuego que les señaló el camino durante su salida de Egipto (Ex 13:21), en la tienda del Arca de la Alianza (Ex 40:34) y en el Templo (1 Re 8:1-11), la proximidad de Dios fue gran parte de la tradición profética que constantemente enfrentaba a Israel con la palabra de Dios.
Los profetas clásicos del Antiguo Testamento eran conscientes de que sus oráculos venían de Dios. Asimismo, sabían que eran reprimendas, amenazas o promesas que afrontaban una situación contemporánea inmediata. Lo que no sabían era que además de la situación inmediata, su enunciación podría tener un significado “Mesiánico” que sólo sería aclarado en el futuro.
Tal fue el caso de la profecía de Emmanuel del profeta Isaías dirigida a Ajaz, rey de Judá, quien estaba renuente a buscar el consejo divino, el cual probablemente no quería escuchar.
Entonces Isaías dijo:”¡Oigan herederos de David! ¿No les basta molestar a todos, que también quieren cansar a mi Dios? El Señor, pues, les dará esta señal: La joven está embarazada y da a luz un varón, a quien le pone el nombre de Emmanuel, Dios-con-nosotros” (Is 7:13-14).
En el mundo contemporáneo a Isaías, ¿quién fue Emmanuel y quién fue la mujer de la cuál nació? No lo sabemos. Los eruditos exégetas bíblicos han especulado pero no se han puesto de acuerdo. El Papa Emérito Benedicto XVI ha revisado minuciosamente los estudios acerca de esta cuestión y concluye que “es una palabra en espera… que no va dirigida solamente al rey Ajaz, ni va dirigida simplemente a Israel, sino que más bien va dirigida a toda la humanidad.” Y que no afecta a una situación política específica “sino a toda la historia de la humanidad.”
De hecho, es exactamente en ese contexto que Mateo cita el incidente: “José, hijo de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tu eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque el salvará a su pueblo de sus pecados.” Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa; Dios-con-nosotros” (Mt 1:20-23).