Al buscar pasajes en las Sagradas Escrituras que hablen de padres de familia, me llamó la atención que la historia más inspiradora que aborda la paternidad es acerca de dos hijos – el hijo pródigo y su hermano.
Es una de las parábolas más queridas y más conocidas de San Lucas. No creo que deba repetir la parábola. Sin embargo, me gustaría reflexionar acerca de algunos elementos de la historia que nos hablan de lo que nos muestra Jesús acerca de la paternidad.
Un padre tenía dos hijos, dos hijos muy diferentes; uno casero, otro aventurero. El padre los amaba a ambos y les permitió ser diferentes. Debe haber muy difícil para el padre dejar que su hijo menor se fuera a conocer el mundo, porque éste te puede atrapar. Pero él respetó la libertad que Dios había otorgado a su hijo. Amaba a su hijo lo suficiente como para dejarlo ir.
Sin embargo no lo repudió ni quitó su foto de la pared. Confió en que a pesar del encanto y el glamour del mundo, algún día recordaría los valores que le había enseñado y volvería a casa. Estoy seguro que rezó mucho, que tuvo fe y confianza, y desde luego que se llenó de perseverancia y esperanza. Cada noche él volvía su mirada al camino por el que su hijo un día se había alejado. Nos preguntamos, ¿qué pensaría el hermano mayor al ver la vigilia nocturna de su padre?
Finalmente, una atardecer a lo lejos el padre vio aparecer una figura familiar. Su corazón dio un vuelco. El padre conocía ese modo de andar. Corrió hacia su hijo gritando, “¡ya regresó!”, ¡mi hijo ha vuelto!” Todos los siervos lo escucharon. Abrazó a su hijo tan fuerte que al pobre muchacho le fue difícil expresar las palabras de arrepentimiento que tanto había ensayado.
Y comenzó la celebración. Cuando el hermano mayor volvía del campo tras un pesado día de trabajo, escuchó el ruido y se llenó de resentimiento porque su padre hacía tanto alboroto porque su hermano regresaba a casa después de haber despilfarrado todo su dinero y, en no muy buenos términos, le dijo a su padre como se sentía.
El padre entendió y sintió el dolor de su hijo mayor. Lo consoló y lo tranquilizó recordándole el lugar tan especial que ocupaba en su corazón. Lo abrazó al igual que lo había hecho con su hermano menor porque los amaba y perdonaba por igual.
Porque era su padre.
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