No quitar la vista del camino y no apartarla de Jesús tienen mucho en común.
La mayoría de los accidentes son causados por distracciones del conductor, dentro del automóvil, no fuera de él. De acuerdo a los estudios publicado por la Administración de Seguridad Nacional de Tráfico en las Carreteras (NTHSA) y el Instituto de Transporte de Virginia (VTTI), “el 60 por ciento de los accidentes automovilísticos y el 65 por ciento de los casi accidentes tienen que ver con, por lo menos, alguna forma de distracción de los conductores tres segundos antes de que el accidente o el casi accidente ocurra”.
Algunas de las distracciones más comunes son: hablar por teléfono, enviar mensajes de texto, tratar de alcanzar un objeto en movimiento o un niño dentro del automóvil, aplicar maquillaje, comer o beber, leer un mapa o ver la pantalla del sistema de navegación. Todos desvían nuestra atención de lo esencial… mantener nuestros ojos en el camino para llegar sanos y salvos.
Como Cristianos, es esencial que tengamos nuestra mirada puesta en Jesús, “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Al igual que el conductor, es muy fácil que distracciones internas, tales como avaricia, drogadicción, alcohol, pornografía, juegos de azar y otras conductas inmorales, aparten nuestra mirada de Jesús. Sin embargo, la excesiva atención a cosas que son buenas, en sí mismas, o moralmente neutrales puede, también, desviar nuestra mirada de Jesús. ¿Si nuestro trabajo, nuestra afición, incluso nuestra devoción al deporte o a otra actividad, una buena causa o persona se convierte en lo más importante en nuestra vida, lo hemos convertido en nuestro Dios y nuestros ojos ya no están en Jesús?
Nos dejamos llevar fácilmente por la auto gratificación creyendo que nos traerá la felicidad que tanto anhelamos. El filósofo Blaise Pascal abordó esto en su libro clásico, Pensamientos. “¿Qué es, pues, lo que proclama esta avidez y esta impotencia, sino el que ha habido antaño en el hombre una verdadera felicidad, de la que no le queda ahora sino la señal y la huella vacía y que trata inútilmente de rellenar con todo lo que le rodea, buscando en las cosas ausentes el socorro que no obtiene en las presentes, pero que son, sin embargo, también incapaces, porque la sima infinita no puede llenarse más que por un objeto infinito e inmutable, es decir, por Dios mismo?”
Tengamos la mirada puesta en Jesús, el único y verdadero camino al Padre.
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Crédito Fotográfico: Leo Reynolds en Flickr
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