“Los dioses del desorden y la agitación disfrutaron el bullicio de la noche”. Este titular de The New Yorker Today en línea refiriéndose a la salida del Reino Unido de la Unión Europea me llamó la atención. A veces parece que las fuerzas de la turbulencia y la agitación están merodeando por el mundo sembrando miedo y desorden entre nosotros. El Medio Oriente está en llamas, Europa está inundada de cientos de miles de desplazados buscando refugio, la Unión Europea se ve amenazada, el Cristianismo está bajo ataque, el terrorismo está aumentando e incluso el clima se ha vuelto hostil. ¿Quién o qué es la fuerza maléfica tras esta plaga en nuestro planeta?
En palabras de Pogo, “Hemos encontrado al enemigo, somos nosotros”. Los antiguos romanos y griegos de hecho habrían atribuido esos momentos de tribulación a dioses enfurecidos. En la actualidad, sabemos que el verdadero culpable es la ambición, la avaricia y la codicia humana. Sí, las mismas cosas que mencionan los Diez Mandamientos.
Como podrán recordar, las Sagradas Escrituras identifican el Pecado Original como nuestro deseo de ser como dioses (Gn 3,5). Reflexionen por un momento. Cada una de las cosas que mencioné anteriormente encuentra su causa definitiva en la codicia o avaricia humana que a menudo se manifiesta en un deseo de poder. La ambición pretende llenar un potencial; la codicia y la avaricia son los excesivos deseos de poder o riqueza.
Pocos se atreven a admitirlo, incluso a sí mismos, que tratan de cometer un mala acción. Por el contrario, justifican cometer el mal disfrazándolo como un bien aparente. Es muy fácil. Demonizas a tu oponente, lo que justifica su destrucción… era perverso. Es un viejo truco pero todavía se usa. Nuestra política es Buena para demonizar.
Las ideas, personas, programas, proyectos, partidos políticos, propuestas e incluso las leyes de la tierra están demonizadas, independientemente de su mérito, para poder ser destruidas con codicia, avaricia y poder, a menudo la justificación subyacente.
Los antídotos contra el desorden y la agitación causada por la codicia y la avaricia son el bien común, el amor, la compasión, la consideración y la misericordia hacia los demás. La Constitución (Art. 1, Sec. 8) habla del “bienestar general”, un eufemismo para el bien común, pero el cual ha sido atacado y distorsionado por quienes encuentran el concepto antitético para sus propósitos.
En su Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, el Papa Francisco escribió, “Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución del ingreso, la inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una voz profética” (218).
Como discípulos de Jesús, debemos ser la voz profética contra las fuerzas de la avaricia y la codicia que siembra desorden y agitación.
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Crédito Fotográfico:: Max on Flickr
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