Los paradigmas no cambian de la noche a la mañana, más bien ocurren muy gradualmente, es como hacerse viejos. De pronto, al verte al espejo te das cuenta que los años no han pasado en balde. Y te preguntas, ¿Cómo sucedió? ni cuenta me di como pasaron los años.
Sin darnos cuenta, la cortesía y el respeto, paradigmas de nuestro estilo de vida americano, han cambiado radicalmente. Elementos clave de dichos paradigmas son: el respeto propio y por el prójimo, la forma en que nos gobernamos, la calidad de nuestro discurso y el comportamiento público y privado.
Una falta general de respeto hacia uno mismo y hacia los demás se refleja en la aceptación del uso, cada vez más frecuente, de la vulgaridad y la obscenidad en los medios de comunicación y en el discurso público. Muchas personas en nuestro gobierno ya no buscan verdaderamente servir al bienestar general o al bien común, sino sólo al bien del partido que pone el conservar o recuperar el poder, por encima de servir al país. Quienes buscan ocupar cargos públicos rara vez abordan los temas que ponen en riesgo nuestro país y sólo tratan de satanizar y destruir a sus oponentes.
Quienes no están de acuerdo con nosotros no son vistos como personas de buena voluntad con opiniones diferentes, sino como gente mal informada cuyas ideas no son dignas de ser consideradas y no merecen ser escuchadas. Las protestas pacíficas, sello distintivo de la democracia, son muy frecuentemente sustraídas y malversadas por personas con intenciones nefastas.
Al parecer nos encontramos en un camino autodestructivo que desacredita el compromiso y la cortesía común. Si no actuamos para cambiar eso, me temo que las palabras de Samuel Johnson serán proféticas,
Una vez que son violadas las formas de civilidad, hay pocas esperanzas que regrese la bondad o la decencia”.
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Crédito Fotográfico: Jamelle Bouie en Flickr
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