Si quieres esconder algo malo, dale un nombre bueno. Daños colaterales significa personas inocentes que murieron en un ataque militar o terrorista; prescindible se refiere a vidas que pueden ser sacrificadas como algo irremediablemente necesario para lograr un objetivo. Son alusiones utilizadas para expresar la creencia que los seres humanos son desechables.
Estas etiquetas nos permiten desviar la mirada de lo intolerable. Tal vez para evitar abrumarnos con la inmensidad de una situación que parece estar por encima de su solución; o, como una forma de ignorar un acontecimiento desafortunado como algo que “no es mi problema.” Los medios de comunicación hablan acerca de los “pobres invisibles.” Los pobres no son invisibles. Sólo que no queremos verlos. Es desagradable ver al limosnero parado junto al semáforo, así que mejor nos volteamos para otro lado.
La mayoría de nosotros vivimos en una cultura desinfectada. Queremos hacer la vida menos ofensiva eliminando cualquier cosa objetable, insalubre, sucia, olorosa y desagradable, que por supuesto incluye a las personas que caen dentro de estas categorías.
El Papa Francisco describe este fenómeno como “indiferencia global,” explicando que “… Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe” (Evangelii Gaudium, 54). Esto no es nada nuevo. El primer caso registrado se encuentra en el Libro del Génesis cuando el Señor preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?” “No lo sé,” respondió Caín. “¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?” (Gen 4,9).
Es agobiante. Solo multiplica el mendigo de la esquina, los refugiados migrantes en la frontera, la indigentes durmiendo bajo los puente por millones. Los refugiados de Siria por los cientos de miles en Turquía, la gente desesperada aferrándose a los botes que parecen más bien restos y deshechos flotantes que barcos cruzando el Mediterráneo en busca de refugio y de una vida nueva en Europa.
No pases por alto a esos pobres invisibles que viven a la vuelta de la esquina o al otro lado de la ciudad; los que se van hambrientos a la cama noche tras noche; quienes son abusados física, sexual y emocionalmente; quienes están solos y desamparados y viven llenos de miedo.
Le pido a Dios que te impulse a compartir tus riquezas con esas personas desesperadas. Son Musulmanes, Cristianos, Yazidíes, Coptos, Católicos y nuestros vecinos. Dales esperanza. Puedes realizar un donativo en línea en la página de Caridades Católicas de Dallas y Catholic Relief Services. A través de estas agencias puedes no sólo ver a los más pobres entre nosotros, sino también tenderles una mano amorosa en nombre de Cristo.
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Crédito Fotográfico: Janis K. en Flickr
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