Laudato Si’ es único de muchas formas. La encíclica es dirigida a “todas las personas de buena voluntad” (No. 62), y el Papa Francisco afirma que intenta especialmente “entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común” (No. 3). Asimismo, se distingue por el hecho que pretende provocar tanto diálogo como acción (No. 16).
No se confundan, esta encíclica no pretende dar una “solución rápida” (No. 179), más bien establecer una agenda para nuestro tiempo en este planeta, observando que el medio ambiente “es un préstamo que cada generación recibe y debe transmitir a la siguiente generación” (No. 159).
Estableciendo una letanía de importantes problemas ecológicos que necesitan ser tratados, el Papa enumera: contaminación, cambio climático, agua, pérdida de diversidad biológica, disminución en la calidad de la vida humana, descomposición de la sociedad y desigualdad global y nos comenta que, “La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil” (No. 25).
“Como Cristianos,” el Santo Padre nos recuerda, “también estamos llamados “a aceptar el mundo como sacramento de comunión, como una forma de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global,” y reconoce las palabras del patriarca ecuménico Bartolomé, quien nos dice que debemos “encontrar soluciones no sólo en la tecnología sino en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos sólo los síntomas.” Para lo cual será necesario “pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir” (No. 9).
Lo que el Papa está pidiendo es nada menos que un cambio en la visión del mundo, una tarea monumental que debe comenzar con cada uno de nosotros que participa en el deterioro de nuestro hogar común. Debemos reconocer la gravedad de la situación y aceptar nuestra parte de culpa. Las causas estructurales de la desintegración ecológica deben ser reconocidas y abordadas colaborativamente a una escala global. Por desgracia, como observa el Papa Francisco, “La política y la economía tienden a culparse mutuamente por lo que se refiere a la pobreza y a la degradación del ambiente. Pero lo que se espera es que reconozcan sus propios errores y encuentren formas de interacción orientadas al bien común (No. 198).”
“No hay un solo camino de solución” (No. 60). No hay una fórmula mágica. A través de la oración y el diálogo debemos trabajar colectivamente hacia una solución integral para salvar la creación de nuestro Dios, nuestro hogar común.
Laudato Si’ no es una proclamación del día del juicio final, sino que establece una agenda para una generación. Como nos dice el Santo Padre en su oración: «Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza» (No. 244).
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Crédito fotográfico: Stephanie Sicore en Flickr
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