El Papa Francisco, un apasionado fanático del fútbol, ofreció algunos comentarios acerca de la corrupción, que esta semana fueron particularmente oportunos a la luz de los escándalos de la FIFA.
“El apego a las riquezas es el inicio de todo tipo de corrupción, por doquier: corrupción personal, corrupción en los negocios, también la pequeña corrupción comercial, la de aquellos que quitan 50 gramos al peso justo, corrupción política, corrupción en la educación… ¿Por qué? Porque aquellos que viven apegados al propio poder, a las propias riquezas, creen que están en el paraíso. Están cerrados, no tienen horizonte, no tienen esperanza. Y al final, deberán dejar todo”.
Es importante tomar en cuenta que el Santo Padre no está condenando la riqueza sino los peligros asociados a ella. El Papa continuó su homilía, “Digo ‘apego’, no estoy diciendo ‘administración de la riqueza propia’, porque las riquezas son para el bien común, para todos. Y si el Señor las da a una persona, se las da para que las utilice para el bien de todos, no para sí mismo, no para que las encierre en su corazón, que después, con esto, se vuelve corrupto y triste”.
En nuestro país tenemos grandes ejemplos de filantropía por parte de algunos de nuestros ciudadanos más ricos. Pero también tenemos ejemplos del uso de la riqueza para intentar manipular deportes, mercados y políticas para beneficio financiero o poder personal.
Como subraya el Santo Padre, “las riquezas tienen la capacidad de seducir, de llevarnos a una seducción y de hacernos creer que estamos en un paraíso terrenal… de hacernos creer que somos poderosos, como Dios.”
Reflexionemos en lo que Pablo recuerda a Timoteo, “… nada trajimos cuando vinimos al mundo, y al irnos, nada podremos llevarnos” (1Tim 6,7).
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