Las atrocidades perpetradas por los terroristas del estado islámico alcanzaron un nuevo nivel de barbarie con la decapitación de 21 Cristianos Coptos en Libia la semana pasada en represalia por el asesinato de Osama bin Laden. Las víctimas habían sido señaladas como Cristianos el pasado mes de diciembre y permanecieron cautivos hasta ser ejecutados a la orilla del mar.
“Fueron asesinados sólo por el hecho de ser Cristianos, dijo el Papa Francisco. Agregando, “La sangre de nuestros hermanos Cristianos es un testimonio que grita. Sean Católicos, Ortodoxos, Coptos, Luteranos, no interesa: son Cristianos. Y la sangre es la misma, la sangre confiesa a Cristo.”
Resulta irónico que los perpetradores de la masacre se refirieran a los Cristianos Coptos como cruzados. Los Cristianos Coptos estaban entre las primeras comunidades Cristianas y siempre han estado centrados en Egipto y no fueron de alguna manera parte de las cruzadas de Europa.
Los Coptos, junto a muchos otros Católicos, Ortodoxos y Cristianos Orientales, cuyas raíces datan de los tiempos Apostólicos, han sufrido persecución, opresión y martirio en todo el Medio Oriente y Asia y han sido expulsados de ciudades como Mosul, que han sido centros de cultura Cristiana durante casi dos mil años.
Hablando a un grupo de la Iglesia de Escocia, el Papa Francisco expresó que al recordar a “estos hermanos que han sido muertos por el sólo hecho de confesar a Cristo,” los Cristianos deben alentarse unos a otros en el objetivo ecuménico, observando que el “ecumenismo de la sangre” nos recuerda que “los mártires son todos los Cristianos.”
Este no es un tiempo de venganza o represalia, lo cual es contrario a las enseñanzas de Jesús y sólo intensifica la violencia. Por el contrario, es un momento para reflexionar en forma orante acerca del sacrificio de estos hermanos Coptos que, como señaló el Santo Padre, sólo dijeron “Jesús ayúdame.”
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