Reflexionando recientemente acerca del sacerdocio con un grupo de sacerdotes, el Papa Francisco recordó a sus hermanos en el ministerio que, “hemos sido llamados por el Señor Jesús. Llamados a seguirle, a estar con Él, para ir hacia los demás llevándoles al Señor.”
El llamado de Jesús es claro, tal como lo fue para Pedro y Andrés, “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”(Mt 4,19). Su llamado no es sólo para seguirlo sino para continuar su labor, para atraer a otros hacia él. No es un llamado al privilegio, sino un llamado al servicio. “El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Mc 10,45).
Es también un llamado a la perseverancia, la lealtad y la fidelidad. “También nosotros los sacerdotes estamos inmersos en la cultura subjetivista de hoy,” expresó el Santo Padre, “esta cultura que exalta el yo hasta idolatrarlo” y que “puede conducir a un cierto individualismo pastoral que lamentablemente está difundido en nuestras diócesis.” Debemos “seguir al Señor no solos, cada uno por su lado, sino juntos, incluso en la gran variedad de los dones y de las personalidades; es más, precisamente esto es lo que enriquece al presbiterio, esta variedad de procedencias, edades y talentos.”
Por último, el Papa nos recuerda que nuestro ministerio sacerdotal consiste en salir, llevarlo a otros. Estamos llamados a ser portadores de Cristo, a ser misioneros. Estamos llamados a ser pastores que soportan el olor de sus ovejas, porque estamos entre ellas. Me gusta la imagen que el Santo Padre nos trae de la Iglesia como “un hospital de campo” donde se curan los heridos en el camino.
Sus sacerdotes han respondido al llamado de Jesús, a ser sus manos sanadoras, su corazón compasivo, a servir, no a ser servidos.
Apóyelos. Ámelos. Perdónelos. Ore por ellos.
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