Durante los debates republicanos, antes de las últimas elecciones presidenciales, el gobernador Rick Perry defendió el hecho de que Texas proporciona matricula estatal para hijos de inmigrantes indocumentados, acusando a sus críticos de ser desalmados, o en sus propias palabras, “¡No creo que ustedes tengan corazón!”
Las palabras del gobernador Perry vienen a mi mente cada vez que escucho o veo uno de los difundidos anuncios de campaña para las próximas elecciones primarias. Me refiero al hecho de que los anuncios invariablemente contienen alusiones degradantes hacia los inmigrantes que buscan una vida mejor en los Estados Unidos.
Promesas de “defender nuestras fronteras” y “oponerse a una amnistía” se escuchan como si debiéramos defender nuestra nación de la invasión de una turba de delincuentes peligrosos decididos a debilitar nuestra forma de vida, y no de hombres y mujeres desesperadas por encontrar una forma de sostener una familia y proveerles un futuro mejor.
Esto no es nada nuevo. No tenemos que mirar muy atrás en nuestra historia para encontrar un trato similar a inmigrantes irlandeses y alemanes que fueron acusados de ser criminales borrachos decididos a mestizar América y a destruir la cultura vislumbrada por los padres fundadores.
Los inmigrantes de Europea del Este, que vinieron una generación más tarde, recibieron acusaciones similares en su contra dando lugar a la promulgación de la ley de inmigración draconiana que proclamaba a viva voz, “no me envíen sus fatigadas, sus pobres, sus abigarradas masas, anhelantes de libre respirar porque he apagado mi lámpara y cerrado la puerta de oro.”
Desde luego, debemos añadir que los anuncios de campaña también atacaron sin piedad a otros candidatos, lo que implica que quien no comparte una ideología política particular no puede ser de buena voluntad y probablemente es culpable de algún plan nefasto.
Dichos anuncios no abordan las cuestiones importantes que enfrentan nuestro estado ni nuestro país. Al igual que las leyes de inmigración draconianas, éstos no muestran compasión ni respeto por la dignidad humana, mi reacción ante ellos me hace parafrasear la respuesta del Gobernador Perry a sus detractores y preguntar, “¿No tenemos corazón?”
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