Una vez más estamos jugando al juego de los chicos buenos con armas, chicos malos con armas. Este juego solo oscurece la realidad de que existen personas que no deberían tener armas en su posesión. El desafío es cómo identificar a estas personas y como negarles la posesión de armas.
Necesitamos trabajar juntos para encontrar una respuesta. Sin embargo, hay algunos estadounidenses tan obsesionados con su derecho a portar armas que no están dispuestos a unir esfuerzos para mantener las armas fuera del alcance de los no aptos por temor a perder sus propias armas. Además, pretenden silenciar la oposición a través de la venganza y el castigo.
Esta paranoia vaquera no tiene sentido. Si un medicamento hubiese matado a una décima parte del número de víctimas inocentes en tiroteos el año pasado, la indignación publica habría exigido que se retirara del mercado inmediatamente y que su uso en el futuro estuviese estrictamente controlado.
El argumento del chico bueno, chico malo es engañoso y una táctica de distracción para evitar enfrentar el verdadero problema. Es hora de que nos unamos como estadounidenses, abandonando nuestros propios intereses y busquemos el bien común.
Les pido que oren conmigo por las víctimas en Washington, Chicago y Kenia y porque termine esta escalada de violencia con armas.
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