No nos lo dice el clima, pero una señal inequívoca de que está terminando el verano es que es hora de volver a la escuela. Es uno de esos momentos en la vida en que nos sentimos tristes y felices a la vez. Triste porque el verano fue demasiado corto, pero felices de estar de nuevo con nuestros amigos y de participar en las actividades escolares.
Para quienes ingresarán a la Escuela Preparatoria o a la Universidad es un momento de expectativa y ansiedad. Existe la emoción de un nuevo ambiente, nuevos amigos y clases más retadoras pero la ansiedad de que se trata de una situación totalmente nueva.
Si usted tiene un niño que ingresara a la escuela por primera vez, la emoción y ansiedad, unida a un toque de tristeza, es tan fuerte para mamá y papá como lo es para el nuevo estudiante.
La educación no comienza ni termina en la escuela o la universidad, comienza en la familia donde los niños aprenden primero a través del testimonio de sus padres y la interacción con sus hermanos y demás miembros de la familia. La educación tampoco termina con la graduación. La vida es un proceso educativo un tanto formal, pero sobre todo donde se aprende por medio de experiencias cotidianas.
Esto aplica tanto para nuestro crecimiento espiritual como para nuestro crecimiento físico e intelectual. Las raíces de la fe se encuentran en nuestra familia de origen. Como niños pequeños somos como esponjas que absorbemos todo lo que vemos y oímos. La familia es nuestra primera iglesia y nuestro primer salón de clase.
Seamos conscientes de la enorme bendición que representa el tener acceso a la educación. A todos nos conmovió la niña paquistaní que fue baleada y herida seriamente por hablar acerca de la necesidad de oportunidades educativas para las niñas y jovencitas.
Pido que Dios bendiga a todos nuestros estudiantes, maestros y administradores (y padres) para que tengan un feliz y fructífero año escolar.
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