En su Estatuto para la Protección de Niños y Jóvenes, redactado en la ciudad de Dallas en el 2002 y revisado en el 2011, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos reafirmó su “firme compromiso de crear un ambiente seguro dentro de la Iglesia para niños y jóvenes.”
En la Diócesis de Dallas alcanzar y superar los mandatos de este estatuto en todas nuestras parroquias, agencias e instituciones, es nuestra máxima prioridad. La responsabilidad de proteger nuestros niños, jóvenes y adultos vulnerables corresponde a la Oficina Diocesana de Ambiente Seguro bajo la dirección del Canciller. La dirección del programa está en manos de un director y personal cuidadosamente entrenado y acreditado.
El propósito del Programa de Ambiente Seguro se encuentra delineado en la Declaración de su Misión: “Como Cristianos adultos, tenemos una responsabilidad moral y legal y Dios nos ha confiado el bienestar spiritual, emocional y físico de menores y adultos vulnerables. Cuando ellos participan en actividades dentro de, o patrocinadas por nuestra diócesis, es nuestra responsabilidad y compromiso proporcionarles un ambiente seguro y acogedor.”
Cada uno de los sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos que forman parte del personal de la diócesis, así como sus parroquias, instituciones y organismos, deben completar un programa de ambiente seguro anualmente. Asimismo, todos los voluntarios cuyo trabajo involucra el cuidado de menores o adultos vulnerables deben cumplir con este requisito. Además de las clases obligatorias, cada uno de ellos debe pasar por una verificación de antecedentes penales.
El personal y los voluntarios de la diócesis están capacitados para reconocer y reportar inmediatamente cualquier incidente de negligencia o señales de abuso físico, sexual y mental a la policía o a los servicios de protección infantil
Cada institución debe tener un oficial responsable de implementar el Programa de Ambiente Seguro. Además, en cada institución se realizan auditorías anuales para asegurar el cumplimiento de las normas.
Como obispo, estoy totalmente comprometido con la protección de nuestros niños, jóvenes y adultos vulnerables, pero es importante reconocer que cada persona comparte esta responsabilidad y que es un requisito de la ley de Texas reportar cualquier incidente del que se tenga conocimiento.
No se trata solamente de cumplir con la ley civil; es también nuestro deber como Cristianos.
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