Pareciera que la Misa Crismal el martes de la Semana Santa interrumpe, de alguna manera, el flujo de la historia, pero en realidad no es así. La Misa Crismal es parte de nuestra jornada cuaresmal y nos muestra que estamos unidos a Jesús no solamente como persona sino como parte de Su Cuerpo.
Los aceites bendecidos por el Obispo durante esta Misa son esenciales para nuestra pertenencia al Cuerpo de Cristo. El aceite ha jugado un papel muy importante en la historia de la salvación. En las lecturas de la Misa, el Profeta Isaías nos recuerda que la venida del Mesías reemplazará nuestro sufrimiento con “el óleo de la alegría.”
El Salmo 89 describe la unción de David con el Santo Oleo y en el Evangelio de San Lucas, Jesús utiliza un pasaje del libro del Profeta Isaías para anunciar su propia unción que muestra Su misión Mesiánica.
El Espíritu del Señor esta sobre mí.
Él me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres,
para anunciar la libertad a los cautivos
y a los ciegos que pronto van a ver,
para poner en libertad a los oprimidos
y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4:18-19).
Del mismo modo que Jesús fue ungido, David también había sido ungido anteriormente para ser destinado a la obra de Dios, la Iglesia utiliza los santos óleos para “ponernos aparte” como miembros del Cuerpo de Cristo (Santo Crisma y Óleo de los Catecúmenos), Ordenes Sagradas (Santo Crisma) y para nuestra sanación y nuestro encuentro final con el Padre (Óleo de los Enfermos).
Con motivo de la Misa Crismal, el Cuerpo de Cristo se reúne de una manera muy especial. En esta ocasión todos los sacerdotes de la diócesis se unen con su obispo y sus obispos auxiliares y, junto al pueblo de Dios, representan la plenitud del Cuerpo de Cristo y del sacerdocio. Entre los participantes destacan los catecúmenos y candidatos que se convertirán en miembros del Cuerpo de Cristo durante la Vigilia Pascual.
En esta ocasión, los obispos y sus sacerdotes renuevan su promesa par de continuar fieles a su testimonio de liderazgo y celibato como otros Cristos.
La Misa Crismal nos trae a la mente la realidad que estamos acompañando a Jesús en su vía dolorosa, al igual que Él nos acompaña en la nuestra.
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