El sábado pasado tuvimos una celebración gloriosa en la catedral en la que honrados a 139 voluntarios laicos por su servicio a la Iglesia. Aunque algunos de ellos fueron reconocidos por su trabajo con agencias diocesanas, la mayoría de las personas que recibieron el premio fueron nominadas por sus párrocos.
El evento realizado fue la segunda Misa y recepción anual para la entrega del Premio del Obispo por Servicio a la Iglesia. Se trató de un evento meramente familiar. Una de las cosas que más disfruté fue departir con las personas que recibieron el premio y sus familiares durante el convivio que tuvimos después de Misa.
Nuestros voluntarios laicos son la columna vertebral de nuestras parroquias. Ellos realizan diferentes ministerios como catequistas, ministros Eucarísticos, proclamadores de la Palabra, miembros del Consejo Parroquial y Financiero, ujieres, miembros del coro, ministros de hospitalidad y visitantes de los enfermos. La labor de nuestros voluntarios hace posible que se lleven a cabo cosas que el párroco no sería capaz de hacer solo.
Ellos no realizan estos trabajos buscando una recompensa o reconocimiento, sino por amor a Cristo y a su Iglesia. Cada uno de los premios que fueron entregados el sábado no fue solamente un reconocimiento a la contribución de quién lo recibió, sino a cada una de las personas que apoyan nuestras parroquias y agencias pastorales día tras día.
Ellos proporcionan su más grande ofrenda… el don de sí mismos. ¡Y son una maravillosa bendición a nuestra Iglesia!
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