Ser un buen Cristiano no está determinado por lo que hacemos, sino por lo que somos. Un Cristiano es un discípulo o seguidor de Jesucristo. Ya que hemos decidido ser sus discípulos, aceptamos y seguimos sus enseñanzas y nos esforzamos por seguir Su ejemplo, el cual es una manifestación del amor sanador y misericordioso del Padre (Jn 14:9). San Pablo nos recuerda que “el amor de Cristo es lo que nos compromete” (2 Cor 5:14).
En su mensaje de Cuaresma, el Papa Benedicto XVI nos recuerda que “debemos reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la Caridad.” De la Carta a los Hebreos, el Santo Padre nos dice: “tratemos de estimularnos los unos a los otros a amar y hacer el bien,” (10:24) y no aislarnos y ser indiferentes de la suerte de nuestros hermanos y hermanas.
“Con demasiada frecuencia,” expresó el Papa, “nuestra actitud es todo lo contrario: una indiferencia y desinterés nacidos del egoísmo y enmascarados como un respeto por la ‘privacidad.’” Citando la encíclica Populorum Progressio del Papa Paulo VI, el Papa mencionó que: “El mundo está profundamente enfermo. La causa no radica tanto en el escasez de recursos naturales, o de su acaparamiento por parte de algunos privilegiados; se trata más bien del debilitamiento de los lazos fraternales entre los individuos y las naciones.”
Ciertamente vemos que las palabras del Papa Paulo VI se viven en el mundo actual…en los trágicos asesinatos de personas inocentes, en la discordia internacional con guerras y amenazas de guerra que se está convirtiendo en una forma de vida, en las divisiones que están hiriendo a la Iglesia y en las familias devastadas por tantas rupturas familiares. Con frecuencia hemos hablado de la falta de civismo en la actualidad y hemos sido testigos de una retorica inflamatoria y destructiva en nuestros procesos políticos.
La caridad es algo más que dar con generosidad. Es más bien vivir generosamente. El Papa nos recuerda que: “Las Sagradas Escrituras nos advierten del peligro que corren nuestros corazones de endurecerse con una especie de ‘anestesia espiritual’ que nos insensibilice ante el sufrimiento ajeno… nunca debemos dejar de ‘mostrar misericordia’ por quienes sufren.”
El Santo Padre también identificó “la corrección fraterna en vista de la salvación eterna” como un aspecto importante de la caridad Cristiana que a menudo dejamos pasar por alto. La corrección fraterna no es ridiculizar o satanizar a nuestro prójimo, más bien se trata de una corrección amorosa. Él nos recuerda la cita de Proverbios: “corrige al sabio y te amará. Dale al sabio y será más sabio; instruye a un hombre bueno y sabrá más” (9:8).
Institucionalmente, esto es el papel profético de la iglesia: denunciar las infracciones a la dignidad humana y la libertad religiosa realizadas por el gobierno u organismos internacionales. Para los obispos, sacerdotes y padres de familia, significa predicar y enseñar de palabra y obra y siempre mostrar amor.
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