No ruego solo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mi por su palabra.
Que todos sean uno, como tu, Padre, estas en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Jn 17:20-21)
En este Año de la Fe el Santo Padre ha regresado a uno de los propósitos más importantes para la convocación del Concilio Vaticano Segundo, “La reconstrucción plena y visible de la unidad de los cristianos, las cual corresponde a la voluntad del divino Redentor.” (Humanae Salutis, Papa Juan XXIII)
El Papa Benedicto nos recordó esta semana que la “unidad cristiana es un don de Dios, que puede venir a nosotros solamente del Padre mediante el Hijo, porque la Iglesia es su Iglesia.” Al mismo tiempo, el Santo Padre enfatizó que debemos “dedicar todas nuestras fuerzas” a promover la “unidad visible entre los Cristianos separados.”
En un mensaje al Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el Santo Padre habló acerca de las oportunidades y desafíos del ecumenismo. “Es un buen camino juntos hacia este objetivo,” el Papa declaró, pero el desafío es que quienes caminan juntos “no se detengan en medio del camino, aceptando las diversidades contradictorias entre ellos como algo normal o como lo mejor que se pueda lograr.”
“A nosotros, los creyentes en Cristo,” añadió el Papa, “se nos pide que regresemos a lo esencial, al corazón de nuestra fe, para dar juntos al mundo un testimonio del Dios vivo,” y continuó diciendo “no debemos olvidar lo que nos une: nuestra fe en Dios Padre y Creador revelado en su Hijo Jesucristo, difundiendo al Espíritu que vivifica y santifica.”
Comunicando la importancia de los diálogos teológicos y de las conversaciones que se están llevando a cabo entre la Iglesia Católica y otras iglesias y comunidades eclesiales, el Papa Benedicto observó que “aun cuando no podemos discernir la posibilidad de restablecer una plena comunión en un futuro próximo, tal diálogo nos brinda la oportunidad de apreciar” los obstáculos y la riqueza de la experiencia de la reflexión espiritual y teológica.
El Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, al cual fueron dirigidas las observaciones del Papa, es en sí mismo un fruto del Concilio Vaticano Segundo. Una de las primeras actividades del Papa Juan XXIII, al prepararse para el Concilio, fue establecer la Secretaría para la Unidad Cristiana, precursora del Consejo Pontificio, la primera oficina de la Iglesia en ocuparse de las relaciones con otras iglesias y comunidades.
Haciendo un llamado a “la paciencia, la humildad y el abandono a la voluntad del Señor,” el Santo Padre concluyó diciendo que tanto el ecumenismo como la nueva evangelización requieren el “deseo sincero de seguir a Cristo, y adherirse plenamente a la voluntad del Padre.”
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