El Ciudadano Católico que va a las urnas a votar es el mismo ciudadano Católico que asiste a Misa los Domingos. No podemos fragmentar nuestras vidas o fragmentarnos a nosotros mismos. No podemos apagar nuestra brújula moral como se apaga un televisor y vivir una mentira.
Nuestra brújula moral se llama conciencia. Durante el transcurso de nuestras vidas, nuestra conciencia se moldea a través de nuestros padres, nuestra familia, nuestros maestros, nuestros sacerdotes y nuestros encuentros con el bien y el mal. No podemos comprar una conciencia en el estante de una tienda porque ésta se encuentra en nuestro interior y es parte de nuestra esencia. Una brújula es una buena analogía, porque de la misma manera como una brújula apunta hacia el Norte, nuestra conciencia apunta hacia Dios.
La mayor parte de nosotros no somos teólogos, pero hemos aprendido a discernir entre el bien y el mal, la justicia y la injusticia, el altruismo y el egoísmo y la honestidad y la deshonestidad. Hemos aprendido los Diez Mandamientos y las Bienaventuranzas. Estos son los puntos de nuestra brújula moral y son las bases de nuestra conciencia.
Durante una campaña electoral, se nos presentan una exuberante cantidad de promesas y una divergencia de reclamos. Nuestra coincidencia es el criterio que nos ayudará a discernir la verdad y es, además, la medida de nuestra fe.
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