El cardenal Timothy Dolan de Nueva York escribió recientemente en su blog “existe demasiada retórica en el país que describe a la gente pobre de una manera muy negativa”. La gente no elige ser pobre, si no que son pobres por diversas circunstancias y generalmente dichas circunstancias están más allá de su control. La pobreza es un círculo vicioso que es difícil de romper.
De acuerdo al Presidente Franklin D. Roosevelt, la gente no es pobre en general, si no que son pobres en particular. La pobreza es algo muy particular. Es una madre soltera que trabaja dos trabajos y aun así no gana lo suficiente para mantener a su familia sin el apoyo de estampillas de comida. Es una persona de la tercera edad que depende de alguien que le traiga a su casa los alimentos que necesita para su sustento. Es un niño que nunca ha conocido la alegría de ponerse ropa nueva y es un trabajador que se encuentra en una esquina cada mañana con la esperanza de encontrar trabajo para el día. En estos difíciles tiempos económicos, muchas familias e individuos se dan cuenta que la pérdida de sus puestos de trabajo y hogares los ha arrastrado hacia la pobreza por primera vez en sus vidas.
Según los registros del centro de la pobreza nacional en el 2010, el 22 por ciento de los niños menores de 18 años en los Estados Unidos, más de 16 millones viven en la pobreza. Casi un tercio de estos hogares cuentan con mujeres solteras como cabeza de familia viviendo por debajo del nivel de pobreza.
¿Cuál es la respuesta? En su blog, el cardenal nos recuerda que la Iglesia siempre ha abogado por una opción preferencial por los pobres. Lo cual significa que los pobres deben recibir nuestra atención especial para asegurar que sus necesidades básicas sean cubiertas.
Caridades Católicas de Dallas y otras agencias no gubernamentales hacen posible que personas y grupos comunitarios generosos lleguen hasta muchas personas necesitados por medio de sus programas; pero el sector privado no puede hacerlo solo. Los programas de gobierno que asisten a los necesitados proporcionan un enorme apoyo. Sin embargo, en tiempos de recesión económica estos programas son los primeros que son eliminados.
La pobreza en América es un escándalo, ciertamente no para los pobres. Ser pobre no es un escándalo, el escándalo consiste en que las personas que podemos utilizar nuestra influencia y recursos para promover programas comunitarios y gubernamentales de asistencia, no lo hagamos.
Los pobres no son invisibles a menos que decidamos ignorarlos.
To paraphrase President Franklin D. Roosevelt, people are not poor in general, they are poor in particular. Poverty is very particular. It is a single mother who works two jobs and still doesn’t earn enough to support her family without food stamps. It is a homebound senior citizen who depends on Meals on Wheels for sustenance. It is a child who has never known the joy of a brand new dress and it is a laborer who stands on a corner early every morning hoping for a job for the day. In these trying economic times many families and individuals find that loss of jobs and homes have thrust them into poverty for the first time in their lives.
According to the National Poverty Center data in 2010, 22 percent of children under the age of 18 in America, more than 16 million, live in poverty. Nearly one-third of households headed by single women are living below the poverty level.
What is the answer? In his blog the Cardinal reminds us that the Church has always had a preferential option for the poor. That means the poor must receive our special attention to ensure that they have the necessities of life.
Catholic Charities of Dallas and other non-governmental agencies reach many of the poor with their programs that generous people and community groups help make possible; but the private sector can not to it alone. Government programs that assist the poor provide enormous support, but in times of economic downturn they are the first to be cut.
Poverty in America is a scandal, certainly not to the poor. There is no scandal to being poor. The scandal is for those of us who could help by using our influence and resources to promote community and government programs to assist and do not do so.
The poor are not invisible unless we close our eyes to them.
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