Obispo Kevin Farrell

Pastor Principal de la Diócesis Católica de Dallas

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Homilía de la Misa de Apertura del Año de la Fe – Reproducción

octubre 19, 2012 By Bishop Kevin J. Farrell

Esta es una reproducción de la homilía de la Misa de Apertura del Año de la Fe en la Catedral Santuario de Guadalupe, el 14 de Octubre de 2012. Crédito de la fotografía: Texas Catholic.

Queridos Hermanos y Hermanas,

Hace dos mil años un joven discípulo de Jesucristo vino hasta él y le preguntó: “¿qué debe hacer para obtener la vida eterna?” y Jesús le contestó en las palabras de las escrituras que hemos leído el día de hoy: “Debes conocer al Dios, debes amar a Dios, y debes hacer que la palabra de Dios se convierta en una realidad en el mundo.”  Hace cincuenta años, el beato Juan XXIII, en su homilía para convocar el Concilia Vaticano II, hizo el mismo comentario.  Él expresó que el mundo necesita conocer a Dios, que necesita escuchar su palabra y que necesita poner su palabra en práctica.

Nos reunimos hoy para comenzar oficialmente en nuestra diócesis este Año de la Fe.  Nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto, escribió una carta titulada Porta Fidei o “Puerta de la Fe,” hace casi un año, en la cual pidió que todos tomáramos un año de nuestras vidas para reexaminarnos y para convencernos a nosotros mismos que nosotros también nos encontramos en el camino a la vida eterna.  También nosotros necesitamos saber que se nos pide que hagamos.

Este año conmemoramos cincuenta años que dio comienzo el Concilio y también conmemoramos veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.  El jueves pasado, el Papa Benedicto celebró una misa en la plaza de San Pedro y ahí recordó porqué el beato Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano.  El Papa dijo que en aquel momento parecía como si Jesús no tuviera nada decir a la cultura de ese tiempo.  Sin embargo, durante el Concilio él reflexionó acerca del enorme deseo de la Iglesia de representar una vez más el mensaje de Jesucristo al mundo, de hacer brillar una vez más la verdad y la belleza de la Palabra de Dios y la belleza de nuestra fe en nuestro mundo y de hacer que la Palabra de Dios fuera relevante para el mundo y la cultura de hace cincuenta años.

Hoy, cincuenta años después, el Papa nos está haciendo un llamado, una vez más, a que veamos la manera en que creemos en Jesucristo y nos está pidiendo que nos aseguremos que volvemos a vivir esa palabra y a revivir el entusiasmo del Concilio Vaticano Segundo para, una vez más, retarnos a ir al mundo y a nuestra cultura a predicar la palabra del Dios.  Él está pidiendo a toda la Iglesia alrededor del mundo que tome este año para reflexionar en lo que significa ser un Católico en mundo actual.  Él nos está pidiendo que nos entusiasmemos con nuestra Iglesia y que vivamos nuevamente como Católicos y como cristianos.  Si la Iglesia se propone vivir este Año de Fe como un  año de nueva evangelización, un año de reflexión en nuestra misión y en La Palabra y en vivir La Palabra del Dios, nos daremos cuenta que no se trata de solamente de conmemorar un aniversario, sino que verdaderamente existe una mayor necesidad hoy en día que hace cincuenta años.

Hace cincuenta años, especialmente en nuestra nación, vivimos en una cultura más o menos unificada, en una cultura que aceptó ampliamente los principios y los valores del cristianismo y de las creencias cristianas.  Hoy en día, debido a una profunda crisis de fe, la unidad que existió entre nosotros en el pasado se ha derrumbado.  Moralmente, vivimos en tiempos muy caóticos.  En nuestra cultura actual es muy fácil que desarrollemos hábitos, maneras de pensar que merman la virtud, el carácter, y el juicio moral.  Es difícil, de hecho, alcanzar un consenso moral en cualquier tema cuando nuestra cultura no puede llegar a un acuerdo en los estándares más básicos de lo que es correcto o incorrecto.  Ésta es la Iglesia de hoy.  Aquí es donde somos llamados a vivir el evangelio de Jesucristo.

Para responder a esta crisis no es suficiente que nosotros como cristianos, como Católicos, nos sentemos a recordar con nostalgia la Iglesia que se fue hace cincuenta años.  No es suficiente que nos sentemos a criticar la cultura actual.  Como cristianos, nos dice el Papa Benedicto, corresponde, a cada uno de nosotros, cambiar la cultura actual y volver a descubrir el mensaje de Jesucristo y enseñar la palabra a toda la gente con nuestro testimonio cristiano en el mundo.  No podemos criticar la cultura actual porque de muchas maneras hemos sido cómplices de esa cultura.  Hoy, somos llamados como cristianos, como Católicos, a meditar de una manera especial en la pregunta que el discípulo hace en el evangelio de hoy: “¿Qué debo hacer para obtener la vida eterna?”  Debemos conocer a Dios, debemos entender a Dios, debemos escuchar su palabra, y debemos ponerla en práctica.  Este Año de la Fe es un llamado para que cada uno de nosotros haga frente a nuestra cultura y renueve nuestro mundo.

Para darle nueva vida una vez más este año, nuestro Santo Padre nos llama hacer tres cosas.  La primera es examinar quiénes somos.  Hemos sido Católicos durante tanto tiempo, por tantos años, que quizás hemos olvidado porqué somos Católicos.  Nuestra fe en Cristo tiene muy pocas o ninguna consecuencia en nuestras vidas.  Es quizás hora de que hagamos una pausa en nuestras vidas.  Es tiempo para que nos preguntemos que es lo que realmente conocemos acerca de él y si sabemos realmente de que nos habla Su palabra.  Sí, nuestra fe Católica muchas veces se ha reducido a ir a Misa el Domingo en la misma manera en la cual iríamos al supermercado cada Miércoles, o a jugar cartas cada Viernes.  Muchas veces se ha convertido en otra actividad en nuestras apretadas agendas que tiene poco o ningún significado o efecto en nuestras vidas o en lo que hacemos con ellas.  Este Año de la Fe se convierte en una invitación a esta nueva evangelización, para reencontrarnos con la persona de Jesús, para saber qué es lo que él nos enseña en los evangelios, para leer las escrituras diariamente, para estudiar su palabra, y para saber de qué se trata nuestra fe.

Es un momento para que volvamos a estudia el Catecismo de la Iglesia Católica.  ¿Qué significa ser Católico en mundo actual?  Espero que durante este año cada familia en la Diócesis de Dallas al menos compre y lea el Catecismo de la Iglesia Católica.  Pero no es suficiente que sepamos lo que el Catecismo enseña sino que es un tiempo de conversión personal, de que vivimos nuestra fe día con día.  No puede existir una separación entre lo que enseña nuestra fe, lo que creemos, y lo que hacemos con nuestra vida personal.  Éste es el motivo por el que el Santo Padre nos ha llamado en este Año de la Fe en nuestra Iglesia Católica.  La nueva evangelización responde a una continua exhortación a los Católicos de compartir la palabra de Cristo a través del fiel testimonio de sus vidas.  Necesitamos cambiar la cultura actual no solamente predicando contra ella, sino a través del testimonio de cada una de nuestras vidas.

El segundo punto que nuestro Santo Padre aborda es que él nos exhorta a intensificar nuestro testimonio de caridad.  La fe y la caridad dependen una de la otra, y la fe sin caridad no tiene ningún significado.  La fe nos enseña no sólo ver a Jesús en el más pequeño de nuestros hermanos y hermanas, sino que también nos enseña a conocernos y comprendernos a nosotros mismos y a ver a otras personas a través de los ojos de Jesucristo.  Juntas, la caridad y la fe nos ayudan a entender el mundo en el que vivimos y a mirar las circunstancias, las situaciones, y las crisis de nuestra vida moderna a través de los ojos de Jesucristo.

Y el tercer punto que el Santo Padre nos pide estudiemos durante este Año de la Fe, es que estudiemos los documentos del Concilio Vaticano Segundo.  El Concilio Vaticano Segundo nos enseña cómo debemos enfrentar la cultura actual y cómo nosotros, como Católicos, debemos vivir en el mundo moderno.  Nos enseña cómo la Iglesia debe convertirse una vez más en una luz brillante y nos enseña que la Iglesia debe ser santa una vez más.

El Concilio Vaticano Segundo nos invita y nos recuerda que cada uno de nosotros está llamado a ser un testigo de Jesucristo en nuestro mundo.  El Concilio Vaticano Segundo enfatiza sobre todo la importancia de la familia y la vida familiar que es tan importante cuando consideramos la trágica situación de nuestro mundo actual.  Necesitamos renovar la cultura, necesitamos guiar esta renovación para que nuestra sociedad vea una vez más al matrimonio como algo sagrado y comprenda que la familia es el verdadero santuario de la vida humana y del corazón de una civilización de amor.  Debemos dar un nuevo significado y debemos edificar y apoyar nuestros matrimonios cristianos.  El Concilio nos enseña muchas, muchas cosas y por lo tanto es primordial que cada Católico lea y comprenda los documentos del Concilio Vaticano Segundo.

Mis queridos hermanos y hermanas, todos nosotros somos llamados durante este Año de la Fe a un año de re-evangelization, de examinar la manera en la que vivimos nuestra fe Católica.  Debemos convertirnos nuevamente en misioneros en este mundo.  Hemos sido llamados nuevamente, mis queridos hermanos y hermanas, como lo hemos sido durante muchos, muchos años a ser una influencia positiva en nuestra sociedad y en nuestra cultura.

Esforcémonos todos juntos por entender nuestra fe, por vivir nuestra fe y por predicar nuestra fe a través de lo que decimos y lo que hacemos a cada momento.  Debemos convertirnos en nuestra sociedad en una cultura de vida, y en una civilización de amor.  Y una vez más, la Iglesia debe ser una luz brillante de ejemplo y los Católicos y los cristianos deben ser luces brillantes en la oscuridad de nuestro mundo y cultura actual.

Agradezco a toda la gente de esta diócesis que hará un esfuerzo muy especial durante este año para volver a vivir el entusiasmo de su fe en Jesucristo. Agradezco a todas las parroquias que están presentes este día al iniciar oficialmente este Año de Fe. En nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amen

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Acerca del Obispo Farrell

El Obispo Kevin Farrell fue nombrado Séptimo Obispo de la Diócesis de Dallas el 6 de Marzo de 2007 por el Papa Benedicto XVI.
   
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