El próximo Domingo celebraremos el Domingo del Sacerdocio y quiero, no solo recordarles que agradezcan a sus sacerdotes su entrega al servicio de la Iglesia y todos sus feligreses, sino que además voy a unirme a ustedes rindiendo un homenaje a nuestros maravillosos sacerdotes.
Como obispo, me encuentro en una posición única en la que puedo comprender la contribución que realizan los sacerdotes en favor de la Iglesia. Por gracia de Dios, yo soy su obispo. Sin embargo, tengo muy presentes las palabras del Concilio Vaticano Segundo que nos dicen que nuestros sacerdotes son quienes “reúnen a la familia de Dios…y la guían en el Espíritu a través de Cristo hacia Dios Padre.”
Agradezco a nuestros sacerdotes por su compromiso a Cristo en su Iglesia, por su servicio a Cristo en su pueblo y por hacer posible mi ministerio. Podríamos decir que el Domingo es como un Día de los Padres muy especial porque es un día en el que honramos, no a nuestros padres naturales, sino a nuestros padres espirituales.
Ellos son Padres que traen la presencia de Cristo al curso de nuestras vidas: nos bautizan, nos reconcilian con Dios, nos instruyen en la fe, nos casan, nos acompañan en nuestro camino espiritual hacia el Padre y están a nuestro lado cuando nos dirigimos hacia nuestra última morada.
Este Domingo, cuando le digas a tu sacerdote lo mucho que lo aprecias, por favor también dale una palmadita en la espalda de mi parte.
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