¿Por qué nos vemos en el espejo? Un espejo refleja la realidad. Nos muestra cómo somos. Refleja nuestros puntos buenos y nuestros puntos malos. Nos muestra cómo nos ven los demás. Si no nos gusta la imagen que vemos reflejada en el espejo, podemos decidir tratar de cambiarla. El espejo no puede cambiar nada. El simplemente refleja la realidad. Pero la realidad que se refleja puede impulsarnos a realizar cambios.
Pensemos en el Evangelio como un espejo. El evangelio es un espejo en el que se refleja, no cómo nos vemos nosotros, sino cómo nos ve Dios. Nos muestra la imagen que estamos llamados a ser y la realidad de lo que somos. El espejo del Evangelio no solo nos muestra que debemos cambiar, sino que, a diferencia del espejo en nuestra casa, nos puede ayudar a realizar los cambios. La palabra de Dios es eficaz y tiene el poder de lograr lo que dice.
Ese poder es la gracia de Dios, la acción del Espíritu Santo. Pero, debido a que tenemos libre albedrío, nosotros debemos desear el cambio; debemos estar abiertos a la acción del Espíritu en nuestras vidas. Desde luego que si no conocemos a Jesús y no conocemos el Evangelio, lo que veremos en el espejo puede no ser la palabra de Dios, sino nuestra propia palabra. Podemos caer en la tentación de querer ajustar el Evangelio a nuestras vidas en lugar de ajustar nuestras vidas al Evangelio. San Jerónimo escribió: “La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo.” (Comentario en Isaías)
¿Cuáles son nuestras opciones cuando vemos el espejo del Evangelio y nos damos cuenta que debemos trabajar para convertirnos en lo que estamos llamados a ser? Podemos trabajar y pedir la ayuda de Dios para cambiar y para que nuestras vidas se ajusten al Evangelio; podemos alejarnos ignorando lo que vemos en el espejo; o bien, podemos tratar de destruir el espejo.
La decisión es nuestra.
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