Consuelen, dice Yahvé, tu Dios, consuelen a mi pueblo.
Isaias 40:1
Lo que ocurrió en Aurora, Colorado la madrugada del viernes nos dejo atónitos por el indescriptible sufrimiento causado por los hechos incomprensibles causados por una sola persona. En esos momentos, lo único que nos queda es acudir a Dios y preguntarle “¿por qué?” recordando, una vez más, la trágica sabiduría de la famosa máxima de Robert Burns que nos dice: “La inhumanidad del hombre hacia su hermano es Nuestra más grande tristeza.”
Nuestros corazones y nuestras oraciones acompañan a las familias que perdieron sus seres queridos y a los sobrevivientes cuyas vidas han cambiado para siempre debido a este horrendo suceso. Como ocurre tan a menudo en estos casos, este acontecimiento no sólo demuestra la inhumanidad de la que los seres humanos somos capaces, sino también los niveles de sacrificio y heroísmo que pueden surgir de ellos. Hablo de las personas que murieron tratando de proteger a otras y de los que perdieron la vida tratando de rescatar heridos, incluyendo la policía, los paramédicos y los socorristas cuyas acciones probablemente evitaron que se tornara en una tragedia aún mayor.
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