¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. (Rom 6:3-4)
En su carta a los Romanos, San Pablo nos muestra una perspectiva diferente del Bautismo introduciendo el simbolismo del agua. Para San Pablo, la inmersión de Jesús en el agua simboliza su muerte; el agua de alguna manera se convierte en su tumba. Su resurrección es representada al salir del agua, la tumba acuosa. Desde el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable es la fuente de la vida y la fecundidad. Las Sagradas Escrituras nos dicen que el Espíritu de Dios ‘se cernía’ sobre ella. (CIC 1218; Gn 1:2)
La palabra bautismo significa hundirse o sumergirse. El bautismo de Juan el Bautista consistía en sumergir a la persona en el Rio Jordán. En la Iglesia primitiva, los cristianos eran sumergidos en agua durante su Bautismo. Aun en la actualidad, la Iglesia enfatiza la importancia del simbolismo del bautismo por inmersión.
El agua que se utiliza en el Sacramento del Bautismo es símbolo de vida y de muerte. San Pablo nos explica que las aguas del bautismo simbolizan que morimos con Cristo, morimos a nuestra vida anterior y salimos de las aguas como una creación nueva, participando de la Resurrección de Jesús.
Consideremos la función del agua en los rituales de purificación. El agua simboliza que estamos siendo purificados y que nuestros pecados están siendo lavados. En el caso del bautismo de infantes, la Iglesia ve el Sacramento del Bautismo como la purificación del niño. El pecado original, causado por la caída de Adán y Eva dio como resultado la pérdida de su relación personal con Dios y un estado involuntario de separación de Dios al nacer.
El bautismo se fundamenta en nuestra fe y compromiso de continuar el ministerio de Jesús. Por supuesto un infante no puede hacer un acto de la fe o compromiso, así que ellos son bautizados en base a la fe de sus padres. Los infantes son totalmente dependientes de sus padres para sobrevivir. Por lo cual los padres son responsables tanto del desarrollo espiritual como del desarrollo físico de sus hijos. Dios y sus padres llenan al niño(a) de amor para que el(ella) pueda responder con fe. Es el amor de Dios lo que hará que algún día el niño responda libremente a su llamado.
Así pues, a través del Sacramento del Bautismo, somos incorporados al Cuerpo de Cristo, participamos en su muerte y Resurrección y quedamos limpios y purificados para vivir una vida nueva.
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